El ejercicio físico intenso y prolongado puede generar cambios en el ciclo menstrual de la deportista. Principalmente en aquellas que practican deportes de resistencia como atletismo, gimnasia, natación, o ciclismo.

El ciclo menstrual lleva cambios hormonales rítmicos mensuales, regulado por hormonas gonadotrópicas (LH y FSH). Su duración es aproximadamente de 28 días, aunque varia de persona a persona y se divide en dos fases: la proliferativa y la secretoria.

La actividad física ejerce modificaciones en la menstruación a causa de cambios del peso corporal, estrés físico o emocional o déficit de energía. Estos cambios incluyen amenorrea (ausencia de ciclo menstrual), oligomenorrea (ciclos infrecuentes), o menarca tardía (primer ciclo menstrual en la pubertad con retraso).

La tensión física y emocional constante causa alteraciones hormonales, liberando opiáceos endógenos que estimulan la producción de prolactina, la cual inhibe la producción de las hormonas ya antes mencionadas LH y FSH que regulan el ciclo. Durante el ejercicio se eleva el cortisol, andrógenos, estrógenos y testosterona, después durante el descanso estas hormonas vuelven a sus niveles normales, excepto durante el ejercicio de alto rendimiento e intensidad donde estas se mantendrán elevadas por mayor tiempo, pudiendo ocasionar irregularidades del ciclo menstrual.

No se ha demostrado ningún efecto negativo en el desempeño de las atletas, sin embargo, bajo una amenorrea prolongada el riesgo de desarrollar osteoporosis aumenta, sobre todo en la etapa de crecimiento y desarrollo de las niñas.

Bajo sospecha de alteraciones menstruales irregulares en atletas, especialmente jóvenes es necesario acudir al médico para descartar otras patologías. A su vez, se sugiere que una deportista de alto rendimiento acuda a consultas de nutrición deportiva y con su médico del deporte para una atención integral y detallada acorde a su entrenamiento y cambios fisiológicos.